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Recuerdo esta sesión de pareja con un especial cariño. Era el día 3 de noviembre cuando salía con mi coche dirección El Vendrell. En ese punto del viaje aun no conocía a María y Lars.

El motivo de mi viaje era pasar un día de aprendizaje con un fotógrafo al que, sin conocerlo personalmente, ya sabía que iba a ser la caña. Así que cargué la mochila con mis dos cámaras y objetivos, el ordenador, una libreta y la mente muy abierta.

Una aventura que tenía muchas ganas de hacer y que mereció y mucho la pena. Dos horas y media después llegaba a El Vendrell y ahí estaba esperándome Robert. Lo reconocí al segundo. Nos tomamos un café y nos contamos un poco nuestras vidas, nuestros trabajos y enseguida empezamos a hablar del tema que nos une y que nos apasiona. La fotografía de bodas.

Hablamos y hablamos sin parar, mejor dicho, él hablaba y yo escuchaba. Robert es una de esas personas que sienten una pasión especial por lo que hacen y saben transmitirlo. Pero en el fondo todos deberíamos hacer lo mismo. Vivir la vida con pasión y enfocar todos nuestros esfuerzos en hacer que valga la pena.

Después de 57 notas mentales y varias hojas del cuaderno llenas fuimos a conocer a María y Lars. Robert tampoco los conocía pero habíamos quedado con ellos para hacer unas fotos y seguir aprendiendo. La verdad que la experiencia fue increíble, 4 personas que no nos conocíamos de nada pasando un rato en grande y tirando unas fotos.

Esa es parte de la magia de la fotografía de bodas y parejas. Dos personas que abren su corazón y sus sentimientos a una tercera que pone todo su sentimiento en captar esos momentos.

Gracias Robert Marcillas por compartir tanto conmigo y por esa dosis de experiencia y buen humor.

 

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